RDÉ DIGITAL, SANTO DOMINGO.-Cada año, sesenta días después del Domingo de Resurrección, la Iglesia Católica celebra una de sus fiestas más solemnes y visualmente impactantes: Corpus Christi, que en latín significa “Cuerpo de Cristo”. Esta festividad honra la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, es decir, en el pan consagrado durante la misa.
La celebración de Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Fue instaurada oficialmente por el papa Urbano IV en el año 1264, mediante la bula Transiturus de hoc mundo, luego de que ocurriera un milagro eucarístico en Bolsena, Italia, donde una hostia consagrada comenzó a sangrar durante una misa. Este hecho reforzó la fe en la presencia de Cristo en el Santísimo Sacramento.
El Corpus Christi se caracteriza por sus procesiones solemnes, en las que el pan consagrado, colocado en una custodia dorada, es llevado por las calles.
Estas procesiones están acompañadas de cantos, rezos, flores, y altares adornados, como una expresión pública de devoción y fe por parte de los creyentes.
Tradición en otras regiones
En muchos países de tradición católica, como España, México, Perú, Colombia y Ecuador, esta festividad ha adquirido también un carácter cultural. Las comunidades organizan desfiles, bailes típicos, alfombras de aserrín y representaciones teatrales que mezclan la espiritualidad con las tradiciones locales.
En algunos lugares, el Corpus Christi es considerado una fiesta nacional o local, y las escuelas, oficinas y comercios cierran para permitir la participación de la población en las actividades religiosas y culturales. En otras regiones, se traslada al domingo siguiente para facilitar la asistencia.
La fiesta también tiene un importante sentido teológico. Para los católicos, es una ocasión especial para reflexionar sobre el sacramento de la Eucaristía, centro de la vida cristiana, y renovar el compromiso de vivir según el amor de Cristo, que se entrega como alimento espiritual.
Aunque con el paso del tiempo ha evolucionado en sus formas de celebración, el Corpus Christi sigue siendo una fecha central en el calendario litúrgico católico. Representa la unión entre lo divino y lo humano, entre la fe interna y su expresión externa.
Esta fecha recuerda el valor de la fe comunitaria, la importancia del testimonio público de creencias y la riqueza de nuestras tradiciones religiosas que, más allá de lo espiritual, también construyen identidad, cultura y sentido de pertenencia.