RDE DIGITAL, MOSCÚ, (EFE).- La guerra en Ucrania ha obligado a Rusia a mirar al Este en su política exterior, además de darle la espalda a su principal socio comercial, la Unión Europea, el Kremlin se ha entregado en los brazos de China y ha recuperado los lazos con Corea del Norte, matrimonio asiático de conveniencia con pocas opciones de perdurar en el tiempo.
“Rusia tiene muchos amigos en todo el mundo, incluido Europa y América del Norte”, afirmó el presidente ruso, Vladímir Putin, en el 80 aniversario de la Batalla de Stalingrado.
Pero la realidad es que Putin, contra el que la Corte Penal Internacional (CPI) ha dictado una orden de arresto por supuestos crímenes de guerra en Ucrania, está más aislado que nunca y no ha viajado al extranjero más que en los tres últimos meses del año, una de ellas a China.
La reorientación asiática de la diplomacia rusa había comenzado antes de la intervención militar rusa, pero en estos últimos doce meses Putin ha echado el resto para convertirse, cueste lo que cueste, en el aliado número uno de Pekín.
Ambos mandatarios firmaron acuerdos de cooperación económica -con especial énfasis en las exportaciones de hidrocarburos rusos y las importaciones de tecnología china- hasta 2030, es decir, cuando Putin concluirá teóricamente su quinto mandato presidencial.
Como la Unión Europea ha reducido al mínimo las importaciones de petróleo y en dos tercios las compras de gas, Rusia ha incrementado las exportaciones al gigante asiático-Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo en China cerraron un nuevo acuerdo- a través de Siberia, el Lejano Oriente ruso y Mongolia, para lo que será necesario tender dos nuevos gasoductos.
Putin reconoció las “perspectivas” de la cooperación militar con Pionyang, pero replicó que Moscú no ha infringido las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen ermitaño.