RDÉ DIGITAL, CIUDA DEL VATICANO. – En su homilía del Jueves Santo, el Papa Francisco ofreció una reflexión profunda sobre la compunción y las lágrimas como expresiones espirituales fundamentales en la vida de fe de los creyentes. Estas palabras del Pontífice resonaron en la Basílica de San Pedro y en los corazones de los fieles de todo el mundo, invitando a una profunda introspección sobre el arrepentimiento y la purificación del alma.
La compunción, según el Santo Padre, va más allá de un mero sentimiento de culpa; es un aguijón benéfico que penetra en el corazón y lo purifica, llevándolo al arrepentimiento genuino. Esta comprensión no es una tristeza paralizante, sino un llamado interior que conduce a una verdadera conversión y reconciliación con Dios.
En su discurso, el Papa Francisco advirtió sobre la trampa de la autocompasión, especialmente en el contexto clerical, donde es vital estar atentos a la hipocresía y permitir que las lágrimas purifiquen el alma. Subrayó que las lágrimas de compunción son una expresión profunda de dolor por haber entristecido a Dios con nuestros pecados, no simplemente una muestra de tristeza por las dificultades personales.
El Santo Padre enfatizó que la compunción no lleva a la desesperanza ni a la angustia, sino que restituye la paz y aligera el alma de las cargas del pecado. Es un proceso espiritual que abre el corazón a la acción transformadora del Espíritu Santo, permitiendo que las lágrimas purifiquen y suavicen el corazón endurecido por la dureza del pecado.
En su mensaje, el Papa resaltó la importancia de la solidaridad que emerge de la compunción genuina. Los corazones dóciles, liberados por el Espíritu de las Bienaventuranzas, se inclinan naturalmente a hacer compunción por los demás en lugar de enojarse o escandalizarse por el mal que cometen. Esto conduce a una inversión de perspectiva, donde uno se vuelve severo consigo mismo y misericordioso con los demás.
El Pontífice recordó la necesidad de no caer en la amargura y la queja, sino de encomendarse a Dios y encontrar en Él una paz que salva de cualquier tempestad. Animó a los sacerdotes y fieles a cultivar la compunción y la oración auténtica, reconociendo que el arrepentimiento es un don de Dios que se busca en la humildad y la entrega total.
En su conclusión, el Papa expresó su agradecimiento a los sacerdotes por su labor pastoral y su compromiso con la compunción y la oración sincera. Los animó a seguir siendo instrumentos de paz y reconciliación en un mundo necesitado de compasión y perdón genuino.
En resumen, la homilía del Jueves Santo del Papa Francisco nos recuerda la importancia de la compunción y las lágrimas en nuestra vida espiritual, invitándonos a un arrepentimiento sincero y una apertura al perdón divino que transforma nuestros corazones y nos hace instrumentos de misericordia en el mundo.