RDÉ DIGITAL, PARÍS (EFE).- El serbio Novak Djokovic, con visibles problemas en la rodilla derecha, superó la adversidad ante el argentino Francisco Cerúndolo, a quien venció por 6-1, 5-7, 3-6, 7-5 y 6-3, en 4 horas y 39 minutos, su duelo más largo en Roland Garros.
La victoria, que le mantiene con opciones de conservar el número 1 del mundo, acechado por el italiano Jannik Sinner, le convierte en el tenista con más victorias en Grand Slam, 370, una más que el suizo Roger Federer, a quien también superó en número de cuartos de final de un grande con 59.
El serbio mantiene viva la carrera por su 25º grande para superar a la australiana Margaret Court en el techo del tenis.
Djokovic sobrevivió a un segundo maratón consecutivo, tras el que le obligó a enfrentar en tercera ronda al italiano Lorenzo Musetti y, de nuevo, renació de sus cenizas para agrandar todavía más su leyenda.
En menos de 48 horas, el serbio ha disputado diez sets de Grand Slam de gran intensidad, nueve horas sobre la pista, incluido su duelo más largo en el torneo, que por dos minutos superó al que en 2013 jugó contra Rafa Nadal.
Esta vez, además de enfrentarse al argentino Cerúndolo, tuvo que sobreponerse a molestias en la rodilla que le aparecieron a mediados del segundo set y que le pusieron contra las cuerdas hasta que regresó con fuerza al final del cuarto.
Un retorno que sorprendió a Cerúndolo, el último argentino del cuadro individual, que volvió a caer en octavos, como el año pasado ante el danés Holger Rune, su techo en un Grand Slam, tras haber acariciado la victoria contra el número 1.
Djokovic se medirá por un puesto en semifinales contra el ganador del duelo entre el danés Holger Rune, séptimo favorito, o el estadounidense Taylor Fritz, 12.
A los 37, trasnochar deja secuelas y el serbio, que acabó a las 3 de la mañana su duelo de tercera ronda contra el italiano Lorenzo Musetti, se resintió en forma de problemas en su rodilla derecha, que le afectaron ante Cerúndolo.
Nada hacía preverlo cuando Djokovic comenzó en modo apisonadora, pasando por encima del argentino, que por primera vez jugaba en la central de París, abarrotada en una soleada tarde, por primera vez enfrentaba al número 1 del mundo y por segunda vez llamaba a las puertas de los cuartos de final.
Pero en el cuarto juego, cuando el argentino desaprovechó dos bolas de rotura, el serbio llamó a la asistencia médica y durante un buen rato fue atendido de su rodilla derecha, que de repente pasó a ser un personaje más del partido.
Su juego bajó y Cerúndolo pudo entrar en la competición, mirar a los ojos al ganador de 24 grandes, que mostraba su rostro más humano y apenas resistía los ataques del bonaerense.
Le faltó contundencia al argentino, que desperdició en ese parcial hasta ocho bolas de rotura, y solo cuando convirtió la novena se apuntó el parcial y empató la contienda.
Djokovic pasaba su momento más difícil, su paso taciturno por la central, sus gestos molestos, sus broncas con su banquillo y con la grada denotaban que la maquinaria no estaba funcionando al nivel habitual.
Cerúndolo también se dio cuenta y empezó a dominar los puntos, a hacer correr al serbio para poner a prueba esa rodilla, no fuera a ser una de esas artimañas que ha usado en el pasado.
Cinco juegos seguidos cayeron del lado del argentino, que pudo liderar el tercer set, castigando al serbio que tiraba solo de experiencia, pero sin querer poner al límite su físico.
A poco que una bola fuera comprometida, Djokovic evitaba la carrera y Cerúndolo no dejó de zarandearle, desde el fondo de la pista, exigiendo sus carreras que se hacían cada vez menos habituales.
Los médicos regresaron a la pista antes de iniciarse el cuarto set y los interrogantes planeaban sobre la pista.
¿Otra gesta de Nole, apenas unas horas después del maratón contra Musetti?
No pintaba bien y menos aun cuando Cerúndolo se colocó con un 4-2 y el serbio seguía medio paralizado, conformándose con mantenerse a flote a la espera de un milagro.
Y se produjo. El serbio empató a 4 y, como hace dos noches, el público acudió a su rescate, los «Nole, Nole» resonaron en la Philippe Chatrier y en la cabeza de Cerúndolo empezaba a levantarse un laberinto de difícil salida.
El bonaerense desaprovechó una pelota para colocarse 5-4 con disponer de un servicio para cerrar el partido, pero una vez más le faltó contundencia, un sacrilegio contra rivales de la talla del serbio, que no desaprovechó el regalo y forzó un quinto set.
La cosa se ponía difícil para el argentino, que solo había disputado tres partidos a cinco sets, frente a un monumento como Djokovic, que tenía el público a favor y que parecía ya no sufrir de la rodilla.
La experiencia fue la clave. El serbio se colocó 2-0 y, aunque Cerúndolo consiguió empatar, ya se veía que el duelo estaba en un alambre y que no hay ningún funambulista mejor que el serbio, que impuso su personalidad para seguir agrandando su leyenda.