RDÉ DIGITAL, MEXICO. – El 13 de julio de este 2024 se conmemorará el 70 aniversario de la muerte de la grandiosa e inagotable artista Frida Kahlo, a los 47 años de edad.
Nacida en 1954, Frida continúa siendo una de las personalidades que con mayor contundencia ha marcado la identidad femenina, rechazando la visión limitada del tradicional masculino.
Aunque tuvo el dolor como compañero de vida, la pintora, hija y nieta de fotógrafos, fue feminista, luchadora social, y sobre todo, una mujer que se enfrentó con valentía a las dificultades de la vida.
Se le recuerda como el ícono que representa lo auténtico y la diferencia.
Su mirada única y su forma de reivindicar su independencia en el arte, pero sobre todo en su vida, Frida Kahlo representa la lucha de una mujer de apariencia frágil pero increíblemente fuerte contra toda imposición, golpe o dolor que le deparó la vida.
Algo que contrasta con la ‘Fridomanía’ de los últimos años, que ha sometido su imagen a una excesiva utilización para todo lo vendible. Frida aparece en la moda, en todo tipo de complementos y objetos como omnipresente reclamo comercial.
Fue la cuarta hija -de cinco- del fotógrafo alemán Wilhelm Kahlo y de la mexicana Matilde Calderón, por lo que conocía bien el arte de la fotografía. Poseía un don especial para posar.
No tuvo reparos en mostrar lo más dramático de sí misma pero siempre mostrándose sumamente enigmática, enseñando y ocultando al mismo tiempo, lo que quería, toda una “maestra del engaño”, como ella misma se definió.
Su existencia estuvo marcada por dos tragedias. La primera, la poliomelitis que sufrió de niña y que le dejó secuelas de por vida.
Su pierna derecha era más delgada que la izquierda, algo que ocultaba con los tradicionales tehuanos, trajes típicos de las mujeres indígenas, que tanto la caracterizó y que le sirvió además para reivindicar la cultura popular mexicana. La segunda tragedia aún fue más grave: un accidente de tráfico que le cambió la vida a los 18 años.
El autobús en el que viajaba fue embestido por un tranvía que casi la mata, pero le destrozó la columna y la pelvis, obligándola a vivir entre corsés, más de 30 operaciones y tremendos dolores, con los aprendió a convivir.
Fue durante sus largas y constantes convalecencias, cuando Frida aprendió a pintar y a revertir su dolor en ganas de vivir. Su madre le puso un caballete adaptado a la cama y un espejo de cuerpo entero para que se pintara.
Desde muy jovencita tuvo contacto con revolucionarios zapatistas, a los que su madre también ayudaba. En 1922, inició la carrera de Medicina y en la facultad entró en contacto con el movimiento estudiantil que reivindicaba el orgullo por las raíces mexicanas y la necesidad de recuperar la cultura tradicional.
La vida de Frida Kahlo no se entiende sin la intensa y turbulenta relación que mantuvo con el muralista mexicano, Diego Rivera al que conoció en 1923 cuando éste trabajaba en un inmenso mural en Ciudad de México.
Cinco años después de aquel primer encuentro, Frida y su admirado Rivera se reencontraron en una reunión política. Diego quedó seducido por la personalidad con la que aquella joven morena y menuda exponía su pensamiento revolucionario y por esa enigmática y profunda mirada de Frida.
Inician una relación extramatrimonial pues él estaba casado con su segunda esposa. Un año después, en 1929, se casan en Coyoacán. Ella tenía 22 años, él 43.
La singularidad del matrimonio quedó reflejada en las dos casas en las que vivieron en México, que estaban unidas por un puente. Una de ellas, con la fachada rosada, era la de Diego. La otra, la azul, la de Frida. Su matrimonio estuvo marcado por las desavenencias, peleas y reconciliaciones, y por aguantar a multitud amantes por ambas partes. Aunque Frida supo desde el principio de las infidelidades de su marido, y solía pasar por alto las constantes aventuras del pintor, ya que ambos compartían la idea de que el amor que había entre ellos era más fuerte.