Un nuevo documental sobre el ícono del rock Carlos Santana comienza con el legendario filósofo y guitarrista haciendo una pregunta simple: «¿Crees en la magia?”.
“Magia, no trucos. El fluir de la gracia”, dice.
Quizás te convenza unos 90 minutos después con el retrato íntimo del director Rudy Valdez de un hombre con una habilidad mágica y una historia contada con pocos trucos.
“Carlos” es una historia lineal tradicional, que recorre los años de formación de Santana en Tijuana, México, su actuación en Woodstock, sus incesantes giras y su inmersión en la espiritualidad, culminando con su triunfante álbum “Supernatural” de 1999.
Está contado con amor y de forma íntima. Tiene la primera grabación conocida de Santana, de 19 años, en 1966 (cuando ya era un maestro de la guitarra con un estilo familiar y apasionante) y otra posterior en la que deleita a sus hijos detrás de un sofá con títeres hechos con calcetines.
Pero algunas de las imágenes más poderosas son videos caseros viejos que Santana hizo él mismo, solo en casa, tocando. Es como escuchar la magia fluir directamente desde la fuente, ver trabajar a un genio sin filtros mientras su guitarra vibra suavemente.
Valdez utiliza varias imágenes casi como un collage para capturar a su sujeto: programas viejos de entrevistas, conciertos antiguos y charlas recién realizadas con el maestro, una de ellas al atardecer junto a una fogata. Lo único que se siente forzado es una mesa redonda entre la esposa y las hermanas de Santana.
Lo más destacado es ver a Santana y su banda tocar bajo la lluvia durante el Concierto para las Américas de 1982 en República Dominicana. Otros directores pueden mostrar un clip corto y listo, pero Valdez deja que se reproduzca durante mucho tiempo, un placer.
Vemos a un joven Santana crecer con un padre violinista y una madre audaz al tiempo que lo hipnotizaba el blues-rock de Ray Charles, B.B. King y Little Richard. Santana hacía tortillas en un restaurante en San Francisco a fines de la década de 1960 (Llama a la ciudad un “vórtice de novedad”) e iba al Fillmore para escuchar a Grateful Dead y Country Joe and the Fish.
Después de que lo descubrieran tratando de colarse en el legendario foro sin pagar entrada, el empresario Bill Graham quedó tan impresionado por este guitarrista flaco que lo invitó a abrir para The Who, Steve Miller y Howling Wolf.
En Woodstock, méses antes de que su banda lanzara su álbum debut, Santana sube al escenario muy drogado por accidente (Gracias, Jerry García) y dice una pequeña oración: “Dios, sé que estás aquí. Por favor, mantenme en tempo y sintonía”. A lo largo de su presentación, Santana parece estar luchando con el mástil de su guitarra, que para él parecía una serpiente.
Su primer cheque de regalías lo gastó en una casa y un refrigerador para su mamá, cumpliendo una promesa. “Es mejor que los Grammy, los Oscar y los trofeos Heisman. Se siente mejor que cualquier otra cosa”, afirma en el documental.
Inevitablemente, llega la caída, con las drogas y los excesos. Conmocionado por la muerte de Jimi Hendrix y Janis Joplin, Santana decide que debe elegir entre la heroína o la meditación espiritual. Elige la segunda, se viste de blanco, come sano, recurre al jazz y decide “navegar por el cosmos de la imaginación”.
Con éxitos duraderos como “Oye cómo va” y “Black Magic Woman”, Santana ingresó al Salón de la Fama del Rock & Roll en 1998, era la primera persona de ascendencia hispana en ser incluida al salón. Pero su historia no había terminado. “Este tiempo en la Tierra es una ilusión”, argumenta, después de todo.
“Supernatural”, que llegó en 1999 durante una explosión del pop latino, ganó un total de nueve premios Grammy con éxitos como “Smooth”, “Put Your Lights On” y “Maria Maria”. Lo calificaron tras esto como un rey del segundo acto. Vamos, fue genial.
Valdez muestra con realismo que las bandas de Santana estaban lejos de ser estables en lo que respecta a sus alineaciones (muestra hábilmente a varios cantantes interpretando la misma sección de “Black Magic Woman” en vivo) y captura a Santana hoy viendo un viejo concierto que hizo con su difunto padre. ”Él está orgulloso de mí y yo estoy orgulloso de él. Y lo extraño”, le dice a la cámara.
Santana merece estar en el Monte Rushmore del rock y por eso “Carlos” es en muchos sentidos un correctivo al pensamiento de personas como Jann Wenner, cofundador de Rolling Stone, quien lo pasó por alto para su nuevo libro de rockeros trascendentales, titulado “The Masters”. Un maestro se esconde a plena vista.