Para conocer la realidad de la frontera dominico-haitiana, se necesita mucho más que una visita a la icónica puerta fronteriza de Dajabón. El equipo periodístico de RDÉ DIGITAL, recorrió unos kilómetros más allá de la vista de los militares en esta provincia, así como la zona de Elías Piña, y aunque ambos territorios se ubican en direcciones opuestas, en un mismo recorrido de más de seis horas, atravesamos la denominada Carretera Internacional, que más bien es un camino al borde del vacío y con la impresión de estar muy lejos de la vista del Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT) y de la Patrulla Fronteriza del Ejercito Nacional.
En términos de geopolítica la frontera entre la República Dominicana y la República de Haití, está conformada por cinco provincias: al norte Dajabón y Montecristi y al sur Elías Piña, Independencia y Pedernales. Según los tratados binacionales vigentes desde el año 1929, unos 388 kilómetros definen la línea fronteriza, y de estos, 43 kilómetros corresponden a la Carretera Internacional, la que va desde el puente del río Libón, en Villa Anacaona, en el municipio Restauración en Dajabón, hasta el río Artibonito en el municipio Pedro Santana, en Elías Piña.
Para ingresar a esta vía (si así se le puede llamar), se necesita el permiso que otorga la fortaleza municipal de Restauración, y ya iniciado el viaje por los 43 kilómetros de camino, pareciera una angustiosa estadía en tierra de nadie. En algunos tramos se aprecian a un lado de la vía, algunas de las 311 pirámides que desde hace 94 años marcan el límite del territorio dominicano, mientras que del otro lado de la misma, se replican las correspondientes al límite del territorio haitiano.
Pasadas las 04:00 p.m. del domingo 12 de noviembre, mientras ya caía la tarde, pudimos apreciar durante el viaje un paisaje inimaginable en la zona, pues desde Santo Domingo se imagina muy lejos del verde, pero también apreciamos algunos asentamientos de haitianos y de hecho nos enteramos de que algunos dominicanos también viven en el lugar, todos marcados por la miseria, que se materializaba en sus pies descalzos, en sus cuerpos desvestidos e incluso en sus rostros que gritaban hambre y necesidad, incluyendo decenas de niños que se disparaban hacia el vehículo con una sonrisa y sus manos extendidas.
Unos nueve puestos de control militar se aprecian en el camino, entre ellos destaca La palmita, por la forma de la torre que imita a un obelisco, aunque de todas formas, nos dio la impresión de que son decorativos, pues en todo el trayecto no coincidimos en la vía con un solo militar, algo que al caer la noche nos llenó a todos de la incertidumbre de saberse cerca del peligro, pues los antecedentes marcan las historias de secuestros y asaltos que más de un dominicano ha vivido en esta vía.
De frente solo montañas y un camino casi intransitable entre el precipicio y la vegetación, movilizándonos a paso de tortuga, fue una tortura conocer esta realidad: La frontera en su tramo de la Carretera Internacional es sinónimo de descontrol, cero vigilancia, es lo único que podemos destacar. Cualquier cosa pudo pasar, y conscientes de ello, cada vez que entraba una débil señal telefónica, enviábamos la foto más reciente de una pirámide que frente a una posible tragedia, pudiera dar referencias de nuestra última ubicación.
Sin autoridades visibles en el camino, llegamos al final del recorrido, fue un respiro de alivió, entregar el permiso de tránsito en el último puesto La Cadena, que indicaba la entrada a Pedro Santana, y el fin angustioso del recorrido por una carretera que está lejos de ser una vía transitable.
Lo curioso de todo fue ver el lunes en Elías Piña, los famosos buggies militares que según los miembros de CESFRONT, se utilizan también para patrullaje en la carreta, algo que evidentemente no pudimos apreciar, incluso estuvieron preparados ante la posible llamada de rescate, de haberlo necesitado el equipo de RDÉ DIGITAL, que se comunicó a Santo Domingo, para informar la preocupación, mientras transitaba en horas de la noche, por la referida vía.
En resumidas cuentas, luego de tan peligroso recorrido solo podemos decir, que la Carretera Internacional es sinónimo de un vasto precipicio de descontrol, por lo que jamás podremos entender luego de esa experiencia, cuando los gobiernos dicen que la frontera está controlada, segura y vigilada.