abril 18, 2025
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Desaparece La Niña: ¿Qué significa para el Caribe y zonas bajas?

RDÉ DIGITAL, WASHINGTON.- El fenómeno climático La Niña, caracterizado por el enfriamiento de las aguas del Pacífico ecuatorial central, ha desaparecido oficialmente tras solo tres meses de actividad, informó la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA). Aunque fue débil y tardía, su influencia, especialmente en regiones vulnerables como el Caribe y las zonas costeras bajas de América Latina, no debe subestimarse.

Este cambio marca el retorno a un estado climático neutral, es decir, sin la presencia activa de La Niña ni de su contraparte, El Niño. Este nuevo escenario, que podría prolongarse durante todo 2025, representa tanto una pausa en las alteraciones climáticas extremas directas como un desafío para los pronósticos a largo plazo.

El Caribe: entre la incertidumbre y la vulnerabilidad

En el Caribe, donde los patrones climáticos dependen en gran medida de las oscilaciones del Pacífico, La Niña suele estar asociada a temporadas de huracanes más activas. Su breve paso a inicios de este año no generó gran impacto inmediato, pero sí dejó condiciones propicias para un Atlántico más cálido, lo cual podría intensificar la temporada ciclónica de 2025.

Aun sin La Niña activa, los efectos residuales sobre la temperatura del océano y la atmósfera podrían permanecer. Esto eleva la probabilidad de tormentas severas, lluvias intensas y afectaciones a las infraestructuras en islas como República Dominicana, Cuba, Puerto Rico, Haití y otras Antillas, donde las zonas costeras bajas ya sufren por el aumento del nivel del mar y la erosión.

Zonas bajas: los más expuestos ante un clima impredecible

Las zonas bajas y costeras de América Central y del sur del Caribe, como las planicies de Nicaragua, Honduras, Colombia y Venezuela, experimentan con mayor intensidad los impactos de las oscilaciones climáticas. Durante eventos de La Niña, se pueden presentar inundaciones repentinas y desplazamientos de tierras debido al exceso de lluvias en algunas regiones, mientras que en otras predomina la sequía.

Aunque esta última fase fue débil y breve, la región aún se recupera de los efectos acumulados de la prolongada La Niña de tres años que finalizó en 2023. Ese periodo dejó daños estructurales, pérdidas agrícolas y desplazamientos humanos en varias zonas rurales costeras, aumentando la fragilidad de comunidades empobrecidas.

Estado neutral: estabilidad relativa, pero no garantía.

El regreso al estado neutral en el ciclo ENSO (El Niño-Oscilación del Sur) significa que no hay un patrón dominante que guíe los comportamientos del clima global. En teoría, esto debería traducirse en una mayor estabilidad; sin embargo, en la práctica, la neutralidad complica las proyecciones meteorológicas, ya que elimina uno de los factores determinantes que los modelos utilizan para anticipar tormentas, sequías o cambios extremos de temperatura.

La NOAA advierte que el estado neutral podría extenderse hasta inicios de 2026, por lo que los gobiernos caribeños y centroamericanos deberán reforzar sus sistemas de alerta temprana y planificación climática, considerando que la región seguirá enfrentando eventos extremos impulsados por otros factores, incluido el calentamiento global.

Impacto económico y seguridad alimentaria

La La Niña pasada, aunque breve, se suma a una serie de eventos climáticos que han afectado la seguridad alimentaria y la estabilidad económica en el Caribe y zonas bajas. Los cultivos de subsistencia, como el maíz, el arroz y la yuca, son altamente sensibles a los cambios en el régimen de lluvias, y muchas comunidades no cuentan con redes de apoyo suficientes ante desastres naturales.

En el Caribe insular, el turismo —una de las principales fuentes de ingresos— también se ve alterado cuando se intensifican las temporadas ciclónicas o aumentan las alertas meteorológicas. La infraestructura hotelera, a menudo ubicada en zonas costeras, sigue siendo vulnerable ante las marejadas, la erosión y las lluvias torrenciales.

Prepararse para lo impredecible.

La desaparición de La Niña marca un momento de transición, pero no de tranquilidad. En un contexto de crisis climática global, los fenómenos que antes seguían ciclos más predecibles ahora presentan variaciones irregulares y generan impactos desiguales. La región del Caribe, junto a las zonas bajas de América Latina, enfrenta el reto de prepararse para un clima cada vez más errático, con menos márgenes de maniobra y mayores exigencias de resiliencia institucional.

 

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