RDÉ DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Cada 16 de mayo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Convivencia en Paz, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 72/130. Más allá de un símbolo, esto es un llamado a construir sociedades más justas, inclusivas y libres de toda forma de discriminación, violencia e intolerancia.
Hablar de paz no se limita simplemente a la inexistencia de guerras o enfrentamientos armados. La convivencia pacífica implica un ejercicio activo de aceptación de las diferencias, la capacidad de escuchar, reconocer y respetar a los demás, y el fomento de relaciones basadas en la solidaridad, el diálogo y la cooperación. Este enfoque dinámico y participativo es esencial para resolver conflictos desde la comprensión mutua, lejos de la imposición o la fuerza.
Como lo ha sostenido la Asamblea General de la ONU, la paz duradera solo puede alcanzarse cuando se eliminan las causas estructurales de la discriminación y se promueve la inclusión. Esto abarca diferencias de raza, sexo, idioma, religión, orientación política, condición física, económica o social. La tolerancia, en este sentido, es la piedra angular sobre la cual se puede construir una verdadera cultura de paz.
Tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas nacieron con el firme propósito de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra. Este principio fundacional quedó recogido en diversos instrumentos y resoluciones que han marcado hitos importantes en la promoción de una cultura de paz.
Uno de los momentos más importantes fue la proclamación del año 2000 como Año Internacional de la Cultura de la Paz, seguida por el Decenio Internacional de una Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo (2001-2010), y la adopción de la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz en 1999.
Esta última definió un mandato claro para que el sistema de las Naciones Unidas y la comunidad internacional trabajaran juntos por un entorno global más pacífico.
Inspirada en la célebre frase de la Constitución de la UNESCO —”puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”—, esta visión invita a actuar desde el plano de las ideas, la educación y la cultura, para prevenir el surgimiento de la violencia.
La resolución 70/1, titulada “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, adoptada en 2015, establece una relación directa entre la paz y el desarrollo. El objetivo 16 de dicha Agenda plantea la necesidad de “promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir instituciones eficaces, responsables e inclusivas”.
El Día Internacional de la Convivencia en Paz nos recuerda que aún queda mucho por hacer. La violencia sigue presente en múltiples formas: desde guerras hasta discursos de odio, pasando por la exclusión de minorías y la intolerancia en los espacios digitales y presenciales. Ante estos desafíos, la labor de instituciones como la UNESCO cobra aún más vigencia, al centrar sus esfuerzos en la educación, la ciencia, la información y la cultura como instrumentos para consolidar la paz.
Cada paso hacia la tolerancia, la justicia social y la inclusión cuenta. Convivir en paz es una meta compartida que requiere la voluntad de individuos, comunidades y naciones. Solo así se podrá edificar un mundo donde todas las personas, sin distinción, puedan vivir con dignidad, respeto y esperanza.