RDÉ DIGITAL, ESTADOS UNIDOS.- El mundo del cine lamenta la pérdida de Gene Hackman, quien falleció a los 95 años en su residencia de Nuevo México. Hackman, dos veces ganador del premio Oscar, dejó una huella imborrable en la industria con una carrera que abarcó más de cinco décadas, marcada por personajes memorables y una versatilidad inigualable en la gran pantalla.
Nacido el 30 de enero de 1930 en San Bernardino, California, Eugene Allen Hackman encontró en la actuación una vía para expresar su talento.
Tras un inicio en el teatro, logró reconocimiento en Hollywood en la década de 1960, alcanzando el estrellato con The French Connection (1971), donde interpretó al implacable detective “Popeye” Doyle, papel que le valió su primer Oscar como Mejor Actor.
Hackman demostró su capacidad para interpretar una amplia gama de personajes, desde el despiadado villano Lex Luthor en Superman (1978) hasta el complejo sheriff en Unforgiven (1992), que le otorgó su segundo Oscar, esta vez como Mejor Actor de Reparto. Su filmografía incluye otras joyas como The Conversation (1974), Mississippi Burning (1988) y The Royal Tenenbaums (2001), donde mostró su talento para la comedia dramática.
La infancia de Hackman estuvo llena de desafíos. A los 13 años, su padre abandonó a la familia, un episodio que lo marcó profundamente. “Dudo que hubiera llegado a ser tan sensible al comportamiento humano si eso no me hubiera pasado cuando era niño”, expresó en una entrevista con Vanity Fair.
Tras un breve periodo en los Marines, donde sirvió hasta los 19 años, Hackman buscó su lugar en el mundo, pasando por diversos trabajos antes de ingresar al Pasadena Playhouse, donde entabló una amistad con otro futuro ícono del cine, Dustin Hoffman.
A pesar de su éxito en la actuación, Hackman optó por un retiro temprano del cine en 2004, tras protagonizar Welcome to Mooseport. Desde entonces, se dedicó a la escritura, publicando varias novelas, donde exploró su pasión por la narrativa histórica y el suspenso.
Su estilo discreto y alejado de los reflectores hizo que su vida privada se mantuviera en gran medida fuera del escrutinio público, prefiriendo la tranquilidad de su hogar en Nuevo México junto a su esposa Betsy Arakawa.