Jimmy Carter, expresidente de los Estados Unidos (1977-1981), falleció este domingo a los 100 años de edad a causa de un melanoma que invadió su cuerpo y que se extendió al hígado y al cerebro. Fue la misma enfermedad que llevó a la tumba a su padre y a sus tres hermanos.
Tras salir de la Casa Blanca redefinió su vida con una labor tenaz que dejó una huella sin precedentes en la política estadounidense y mundial.
Ha sido catalogado como uno de los lideres más progresistas que ha tenido Estados Unidos, y no pudo llegar a un segundo mandato por la crisis provocada por los rehenes estadounidenses en Irán, un acontecimiento que afectó profundamente la moral de ese país.
Los conservadores de entonces lo calificaron de “mandatario débil”, sin embargo, al transcurrir el tiempo, su administración fue considerada una de las más positiva hasta el punto de lograr el Nobel de la Paz en el 2002.
“Mi vida después de la Casa Blanca ha sido la más gratificante para mí”, admitió Carter en una rueda de prensa en agosto de 2015.
Nació en 1924 en un pueblo de apenas 600 habitantes llamado Plains. Creció en una granja de cacahuetes y algodón en la zona más pobre del estado sureño de Georgia; y su padre, Earl, “era un segregacionista, como todos los otros hombres del condado”, según reconoció el expresidente en una entrevista en julio (de 2015).
En 1946 se graduó en la Academia Naval de Annapolis (Maryland), se casó con Rosalynn y se unió a la Marina, pero en 1953 regresó a Plains para hacerse cargo de la granja familiar.
Ambicioso, competitivo y con un fuerte sentido de la moral, Carter marcó un nuevo estándar para la vida después de la presidencia, al usar su capital político para seguir influyendo en la vida pública del país y generar cambios en el mundo.
Su inseparable esposa Rosalynn, con la que estuvo casado 69 años, recuerda que Carter la despertó una noche de 1982 y le dijo: “Tenemos que inventar un lugar como Camp David”, la residencia presidencial donde él negoció la paz entre Israel y Egipto en 1978.
Unos meses después nacía el Centro Carter, que lucha contra los conflictos, la pobreza, las enfermedades y el hambre en el mundo.
“Lo que queríamos hacer Rosalynn y yo era llenar vacíos, resolver problemas que otros no querían o no podían afrontar”, explicó Carter en una entrevista con la revista Rolling Stone en 2011.
Importancia de Jimmy Carter en la democracia dominicana
Carter jugó un papel crucial en la supervisión de procesos electorales y en la promoción de una mayor estabilidad política en el país, durante un período marcado por tensiones internas y la necesidad de consolidar los avances democráticos alcanzados tras décadas de dictadura.
A finales de la década de 1970, República Dominicana estaba en una etapa de transición política. A partir de 1961, con el asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo, el país experimentó una serie de procesos de democratización, pero aún enfrentaba grandes desafíos.
Aunque se había logrado instaurar un sistema democrático, los traumas de la dictadura, las tensiones políticas internas y las disputas entre los diferentes sectores del poder seguían poniendo en riesgo la estabilidad democrática.
En este contexto, la figura de Jimmy Carter emerge como un actor clave en la región del Caribe y América Latina.
Carter, quien asumió la presidencia de los Estados Unidos con un enfoque de política exterior más centrado en los derechos humanos y la promoción de la democracia, marcó un cambio significativo en la relación de su país con República Dominicana.
La mediación de Carter en las elecciones de 1978
Uno de los momentos más decisivos en la relación de Jimmy Carter con la democracia dominicana ocurrió durante las elecciones de 1978, este proceso electoral fue particularmente importante porque marcó el fin de 12 años de gobierno del presidente Joaquín Balaguer, quien había asumido el poder tras las turbulentas elecciones de 1974, en las que se acusaron numerosos fraudes.
Bajo el mandato de Carter, Estados Unidos mostró un fuerte compromiso con la promoción de elecciones libres y justas en la región, en este sentido, la administración Carter brindó su apoyo a las elecciones de 1978, en las que se destacó la participación activa de la OEA (Organización de Estados Americanos), que, bajo la presión de Estados Unidos, organizó una misión de observadores internacionales para supervisar el proceso electoral.
Las elecciones de 1978 fueron históricas porque, por primera vez en décadas, se celebró una elección con garantías de transparencia y sin las manipulaciones que habían caracterizado cómicos anteriores, en ellas, ganó el candidato de la oposición, Antonio Guzmán, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), quien asumió la presidencia de la República.
El hecho de que el proceso se desarrollara de manera relativamente pacífica y con el respaldo internacional fue un paso decisivo para la consolidación de la democracia en el país.