RDÉ DIGITAL, SANTO DOMINGO.- El Estado es el instrumento político fundamental para organizar la vida en sociedad a través de un rígido sistema normativo que garantiza la armonía y el equilibrio social. El Estado, como tal, está comprometido a tutelar el régimen de derechos y a exigir con firmeza y carácter el cumplimiento de los deberes.
La salud pública es uno de los principales tendones que sostienen el aparato social de una nación, porque actúa como un eje transversal que da vida a la gente, dotándole de las energías que ponen en movimiento el desarrollo social y el progreso. Esta vigilancia incluye, como condición sine qua non, garantizar la salud a todos los niveles y para todos los sectores.
Se hace inminente un modelo de salud pública que privilegie la prevención, especialmente para los más desvalidos. Es en el marco de esa preocupación cuando se disparan todas las alarmas, al enterarnos de que la gran prestadora de servicios de salud del Estado dominicano, el Seguro Nacional de Salud (SeNaSa), está al borde de la quiebra. Entonces, busquemos a los culpables.
El funcionario público debe tomar conciencia del compromiso moral, legal y material que adquiere al asumir sus funciones. Es altísima la responsabilidad del gerente de la salud de mantener estándares de protección preventiva para el pueblo que le escudriña con atención y ahora con mucha preocupación.
Durante más de dos décadas, SeNaSa fue el ejemplo a seguir por el resto de las prestadoras de servicios de salud, por su gran cobertura, tanto en el régimen contributivo como en el subsidiado, el pronto pago y la seriedad indiscutida en la prestación de sus servicios.
Hoy, el modelo clientelar, el populismo, pero, sobre todo, la irresponsabilidad, la ineptitud, la incapacidad manifiesta y la desfachatez han echado por la borda veinticinco años de trayectoria límpida. Hasta esta gestión de gobierno, SeNaSa mantuvo elevados estándares de servicios de salud con calidad y planificación.
Dos millones, cuatrocientos mil dominicanos fueron lanzados al mar de la inexperiencia y la improvisación. No los saquemos inertes a la intemperie; más, por el contrario, démosles a todos el derecho constitucional a la salud. Pero aprendamos de los errores: la politiquería barata y el clientelismo no pueden estar normando las acciones del gobierno.