RDÉ DIGITAL, EL VATICANO, ITALIA.- El ‘Passetto’, un corredor amurallado que une el Vaticano con la fortaleza romana de Castel Sant’Angelo, ofreciendo una atalaya militar y una eventual vía de fuga para los papas a lo largo de los siglos, permitirá ahora el paso al público para recuperar su importancia en la convulsa historia de la ciudad.
“Nos sentimos verdaderamente felices por devolver a Roma una pieza fundamental en su historia antigua y reciente”, celebró este lunes en la inauguración la directora de Arqueología del ayuntamiento romano, Daniela Porro.
Este pasillo, generalmente cerrado al público, podrá recorrerse desde hoy gracias a un programa especial de visitas guiadas, después de una restauración que comenzó en 2018 y que ha permitido adaptarlo también a personas con movilidad reducida.
Roma recupera así un lugar clave de su inconmensurable historia, justo en la víspera de que el papa Francisco inaugure el Jubileo con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro.
El ‘Passetto’ es un corredor amurallado que, a lo largo de sus 800 metros, une el Vaticano con el Castel Sant’Angelo, una imponente fortaleza levantada sobre el sepulcro del emperador Adriano a orillas del río Tíber.
Sus orígenes se remontan al año 547, cuando el rey bárbaro Totila asediaba Roma, pero sería el papa León IV quien, en el año 852, tras el colapso del imperio, erigiera esta fortificación de cinco metros de altura para defender la Santa Sede y sus inmediaciones.
Aunque algunos estudiosos consideran que el corredor que ha llegado a nuestros días data del 1277, encargado por el papa Niccolò III, el primero en trasladar la residencia pontificia del Palacio de San Juan de Letrán al Vaticano.
En cualquier caso, el “Passetto” fue utilizado por los papas para controlar sus alrededores o llevar a las mazmorras de Castel Sant’Angelo a sus prisioneros, como el célebre caso de Beatrice Cenci, una noble y heroína popular que lo cruzó encadenada antes de ser ejecutada en 1599 por el asesinato de su desalmado padre.
Pero sobre todo esta muralla brindó a los pontífices una rápida y discreta vía de fuga en caso de ataque (los papas reinaron en la Roma de los Estados Pontificios hasta la caída de estos en 1870 y posterior integración en el neonato Estado italiano).