RDÉ DIGITAL, SANTO DOMINGO.- La caficultura dominicana atraviesa un proceso de recuperación tras décadas de abandono, pero aún no logra alcanzar ni el 50 % del volumen que llegó a producir durante sus años dorados. Así lo afirma Rufino Herrera Puello, veterano caficultor de Los Cacaos, San Cristóbal, quien advierte que el renacer del sector depende de una acción firme y estratégica del Estado.
Durante las décadas de 1980 y 1990, la República Dominicana produjo en promedio 1.1 millones de quintales de café, con una superficie cultivada de 2.5 millones de tareas. Sin embargo, la llegada de la roya en 2012 y políticas fiscales como la Ley 199 y un recargo del 36 % a las exportaciones provocaron un colapso.
“Llegamos a tener 73,000 familias vinculadas al café. Hoy apenas quedamos unas 20,000”, lamentó Herrera, expresidente de la Federación de Caficultores del Sur. El productor señaló que el país llegó a importar hasta el 60 % del café que consumía, debido al desplome de la producción nacional.
Producción crece, pero no es suficiente
En 2015, la producción cayó a 218,000 quintales, pero para 2023 alcanzó los 604,000 quintales, un crecimiento del 177 %, según cifras oficiales. Este avance responde al aumento del rendimiento por tarea, que pasó de 0.14 a 0.74 quintales en ocho años.
Pese a la mejoría, el valor de las importaciones triplica al de las exportaciones. En 2023, el país exportó café por US$19.9 millones, pero importó US$54.6 millones. Según Herrera, este desequilibrio solo se corregirá renovando entre 400 y 500 mil tareas con variedades de alto rendimiento que permitan volver al millón de quintales anuales.
Para lograrlo, insiste en un plan de inversión estatal de al menos US$100 millones, que reorganice la producción de manera zonal, se enfoque en las áreas activas y modernice las plantaciones. Aunque el Instituto Dominicano del Café (Indocafé) ofrece asistencia técnica y plantas, los productores consideran que esto no es suficiente.
Ley ambiental sin aplicar y cultivos en competencia
Otro desafío es la competencia con cultivos más rentables como el limón, el albaricoque y la chinola, que desplazan al café en zonas tradicionalmente cafetaleras. “El café ha dejado de ser atractivo. Hay que incentivar su siembra y mejorar los servicios básicos en el campo”, subrayó Herrera.
El productor también lamentó que la Ley 184-44, que establece pagos por servicios ambientales como la protección de cuencas, nunca ha sido implementada desde 2018. Considera que este instrumento sería clave para revalorizar el cultivo y preservar las áreas productivas.
El café fue por décadas pilar del desarrollo rural dominicano. Generaba US$75 millones anuales en exportaciones, abastecía el consumo interno y protegía las fuentes hídricas. Hoy, las exportaciones son mínimas y muchas cuencas están deforestadas.
“No pedimos una dádiva. Pedimos una inversión justa en un sector que ya le dio mucho al país”, concluyó Herrera, convencido de que la recuperación del café dominicano es posible si el Estado asume su responsabilidad.