RDÉ DIGITAL, ECUADOR (EFE).- En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, líderes indígenas de diversos países de América Latina se congregaron para denunciar el irrespeto a sus derechos y rechazar colectivamente el avance del extractivismo en sus territorios.
La aldea de Sarayaku, en la provincia de Pastaza, fue el escenario del encuentro que reunió a representantes de pueblos indígenas originarios de Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México y Surinam, en una cumbre de tres días centrada en la autodeterminación y la defensa de la biodiversidad.
“Estamos en resistencia, en lucha permanente”, declaró Daniel Santi, autoridad del pueblo kichwa de Sarayaku, anfitrión de la cita. Con su bastón de mando y una corona multicolor, Santi lideró la ceremonia ancestral de la wayusa upina al amanecer, marcando el inicio simbólico de un evento donde la espiritualidad y la política convergen como ejes de resistencia.
La cumbre, que también incluye al clan saamaka de Surinam (descendientes de africanos esclavizados), busca visibilizar las amenazas comunes que enfrentan los pueblos originarios de la región, como la minería ilegal, deforestación, ampliación de fronteras agrícolas, caza indiscriminada y actividades petroleras sin consulta previa.
Simón Crisóstomo, líder mapuche y geógrafo chileno, señaló que las comunidades llevan adelante un “proyecto político de autodeterminación y gobernanza”, que enfrenta las industrias extractivas que “hoy día siguen depredando nuestro territorio, secando nuestros ríos y nuestros bosques”.
Uno de los casos más emblemáticos es el del propio pueblo sarayaku, que ha denunciado por años la presencia de explosivos sembrados por la Compañía General de Combustibles (CGC) de Argentina, con autorización estatal otorgada en 1996 sin consulta previa. En 2012, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado ecuatoriano pedir disculpas públicas y otorgar una indemnización por daños causados. Pese a ello, los explosivos aún no han sido retirados.
La Amazonía, considerada “la casa común” por los pueblos presentes, es el escenario de una disputa no solo ambiental, sino civilizatoria. Con más de 700 pueblos originarios protegiéndola, esta selva tropical —la más extensa del mundo— representa un pilar fundamental para enfrentar la crisis climática global.
La cumbre de Sarayaku también sirve de espacio para examinar los incumplimientos de los Estados en relación con sentencias internacionales que reconocen los derechos indígenas. Delegaciones de los pueblos terena (Brasil) y purépecha (México) expusieron sus propias luchas por la justicia territorial.
Desde lo profundo de la selva, los pueblos originarios de América Latina reafirman su compromiso con la protección de sus territorios y con una visión de desarrollo basada en el respeto a la vida, la naturaleza y la cultura. Frente a las presiones externas, su mensaje es claro: “no somos zonas de sacrificio, somos guardianes del bosque”.