RDE DIGITAL, DAJABÓN. – Desde su inauguración en 1942 (en la Era de Trujillo), la Carretera Internacional ha sido parte de los limites fronterizos que divide la República Dominicana de Haití, teniendo de los casi 400 kilómetros de frontera unos 48 kilómetros.
Pero el recorrido en esta abandonada y olvidada carretera es algo terrible, más para el que nunca había tenido la oportunidad de visitarla, porque además de poseer en sus alrededores una pobreza extrema, el peligro que se corre es inminente, por sus tan cerradas curvas y aquellos delincuentes que buscan una oportunidad para salir al ataque.
El equipo de RDÉ Digital, pudo vivir por más de seis horas esta realidad, al encontrarse en Dajabón haciendo unos trabajos sobre la situación vivida en la frontera, había que dirigirse a seguir el mismo en Elías Piña. Habían en opción dos rutas, una de 10 horas que era bajando a Bonao, de ahí a Ocoa, para tomar la carretera del sur hasta el destino, la otra (que dijeron era la más corta y rápida) Carretera Internacional.
A las tresde la tarde inició esta “aventura” por la denominada “Tierra de Nadie”, sacando el permiso correspondiente en la fortaleza de Restauración, ahí comienza el camino hacía lo peligroso.
Entrando a la carretera, el equipo encontró un mercado donde dominicanos y haitianos estaban comprando y vendiendo sus alimentos, teniendo un intercambio masivo y por lo visto, sin problemas. Al abrir la ventana, sentimos el polvo que el vehículo levantaba, acompañado de olores exóticos, pero se tenían que tomar las imágenes que daban certeza de lo que en el momento se vivía.
Es así como se pudo palpar el nivel de descuido de esta carretera, que cada ocho o diez kilómetros, tiene una caseta militar, una de estas la reconocida “La Palmita”, que allí se encuentra.
Siguiendo entre el camino de tierra, se pudo visualizar viviendas rurales en la parte haitiana, ya que se estaba en la parte donde se formaba el límite imaginario que traza la frontera. Al pasar se notaba la precariedad con las que estas personas viven en ese entorno, conformado por enormes líneas de montañas de la cordillera septentrional.
Niños que jugaban en las polvorosas calles, teniendo como único recurso algunas pocas cositas que reciclaban, la mayorías con sus pies descalzos, asomaban sus cabezas y se levantaban al ver el vehículo donde iba el equipo de RDÉ, pensando que venía alguien de lo alto a saciar su hambre.
Sí, y es que muchos de ellos estaban hambrientos, y tendían sus manitas sucias, con su carita triste, corriendo tras el vehículo y en su idioma (creole), pedían algo de comer. Así fue el panorama la mayoría del trayecto.
Mientras más profundo vas, esta deja de ser una carretera ancha a volverse un angosto camino de tierra rocosa, la cual por el chofer, se pudo lograr atravesar, con el temor y la angustia de que el vehículo se quedara ya que se estaba en la nada, sin señal y sin quien pueda ir en auxilio.
Aunque antes de iniciar el recorrido, se había informado a las más altas instancias (muchos de estos advirtieron del peligro de pasar por esta carretera), para que estén atentas ante cualquier eventualidad que se presente en el camino.
Según informaciones recolectadas sobre esta carretera es que algunos mercaderes, prefieren que la dejen así sin arreglar, porque la dificultad para el acceso abarata el precio de los productos, otros se quejan de las malas condiciones de la vía y dicen que daña los vehículos.
En tanto que los que pernoctan en las distintas áreas prefieren su arreglo para que su economía se fortalezca con el comercio.
Seis horas de angustia total
Pasaban las horas y el equipo de RDÉ seguía metido en la tenebrosa carretera, pasando por lugares donde se veían los precipicios, y pasando las curvas cerradas más peligrosa, que la carretera hacia Constanza no se le asemeja en nada, y hasta se puede decir que es mucho más segura.
La Internacional, es una experiencia solo para personas que le gusta lo extremo, porque la angustia que allí se vive es inexplicable, y más cuando cae la noche porque en ese momento no se ve nada en lo absoluto.
Pero después de pensar que nunca se iba a llegar, el equipo salió de este camino teniendo seis horas de recorrido, cuatro menos que la ruta por Bonao, más peligrosa y llena de obstáculos, quedando como una experiencia irrepetible, aunque sí necesaria. Esta debería ser intervenida por el Gobierno, porque en verdad sería muy necesaria para el desplazamiento norte-sur, a nivel comercial y hasta turístico, pero por el momento las autoridades la han dejado en el abandono y el olvido.