En la convergencia entre escrituras apocalípticas y escatología, el sentido de la letra irrumpe como acción poética y fulguración ramificada del universo verbal en su instancia temporal y espacial. Para la búsqueda de elementos que integran el sentido a la Sabiduría, sería necesario un estudio de los signos rituales del Sacrificio en la interiorización de una muerte aceptada y articulada como texto de los orígenes.
Para las escrituras prebíblicas, el texto es opacidad, distancia y representación. El signo se unifica en el logos del Antiguo Testamento como circularidad de hechos sagrados en el plano verbal. El aspecto fónico del signo provoca el incendio del logos como transmisión del sentido por la similaridad.
Sin embargo, jamás la literatura sagrada o predicatoria tuvo mayor apertura que cuando su topos determinaba el código relacional y las oposiciones en lo que a traducción se refiere. La posición del signo en las escrituras sagradas del Antiguo y el Nuevo Testamento existe como apertura y clausura temporal. Las escrituras sagradas responden a una dinámica arquetipal de gestos, objetos, imágenes, palabras y delimitaciones que se asimilan a la significancia articulada.
El efecto textual de profecías y escatologías neotestamentarias y veterotestamentarias, así como la presencia de poderes en el límite de una topografía real o imaginaria, revela una estructura compleja en los límites del sentido y la ambigüedad de la expresión filosófica. En los escritos sagrados, el signo prefigura una apertura por transposiciones que se materializa en el espacio intra- y extra-textual.
La oralidad presupuesta del Antiguo y el Nuevo Testamento es atestiguada por las huellas de una escritura que se reivindica de la creencia en lo sobrenatural en el canon. Los sabios griegos helenizaron la Escritura [Septuaginta], provocando con este hecho un enriquecimiento en la búsqueda de elementos lingüísticos, retóricos, hermenéuticos y teológicos en la apertura del sentido y la significancia. La literatura bíblica, psálmica, predicativa y canónica, así como la compleja actividad de traducción o recodificación de términos, destruyen las cadenas de la significancia a nivel de las escrituras místicas y de la teoría del código místico. La letra bíblica funciona en la dinámica del código, la traducción y el mensaje primordial. La representación es el espacio donde se autounifica la estructura del signo poético. Las transformaciones epistémicas, axiológicas y fenomenológicas del signo hacen que el ser, en tanto que experiencia sustancial, realice o supere el espacio textual visible y se asimile al sentido como apertura. El signo poético aspira a la corporalidad.
Las instancias semánticas y lexicales de los textos sagrados permiten al investigador crear un repertorio de textos que puedan transformarse en operaciones textuales, reveladoras de instrumentos de verdad y significación. Las epístolas paulinas proponen para la mentalidad colectiva grecolatina determinados puntos y márgenes que se articulan por intermedio de la opacidad del sentido. Las topografías espirituales inventan el concepto de Sacrificio y salvación a partir de determinadas experiencias iniciáticas desde su interior. El descubrimiento de la biblioteca de Qumrán y los escritos de Nag Hammadi nos revelan la importancia de la gnosis como sistema de reflexión en el marco de la cultura antigua tardía. La gnosis es una totalidad espiritual y complementaria de ocultamientos, correlatos y revelaciones del ser como proyecto y discursividad poética. La autounificación de comunidades religiosas del Antiguo y el Nuevo Testamento provoca una influencia milenaria donde coinciden la Sabiduría y la Escritura. El logos se presenta como visión y transiluminación.
El secreto de toda lexía desaparece cuando entre la ciencia sagrada y la ciencia profana existe una relación sintética de voz y presencia como vías confesionales. Las prácticas poéticas son prácticas imaginarias como posicionalidad semiótica. En la revelación de Hermes Trismegisto, el signo crea comportamiento dentro del estatuto sagrado del contexto profético. La huella de Poimandres y Asclepios articula el discurso sagrado como una ceremonia del sentido y la opacidad.