Se ha vuelto una moda en los últimos tiempos, el llegar a calar en el gusto de la gente utilizando como prefijo “artista” o “comunicador”, y teniendo como carta de presentación la controversia, utilizando como método de apoyo el “esto es lo que le gusta a la gente”.
Y es que los nuevos talentos (si así se les pudiera llamar), están subiendo como la espuma de la cerveza, no escatiman recursos para buscar la forma de pegarse y andar de boca en boca. Ciertamente, esto nos deja dicho que la vergüenza y pudor que debiera tener una figura se ha quedado atrás, o no es algo al que se le pueda dar valor en estos tiempos.
Uno perdería un tiempo valioso tratando de aconsejar, pero ellos siempre se las saben todas, es por eso que se ha vuelto tan difícil realizar el trabajo de periodista de espectáculos en un mundo donde la mediocridad es aplaudida y bien vista, mientras la calidad es rechazada y para ellos “aburrida”.
Desde programas que tienen talentos altaneros y sin conocimiento alguno, que acorralan de forma insignificante a los invitados e inventan noticias para poder tener contenido, hasta llegar al recurso de los golpes entre compañeros. Pero las ofensas vienen de los gaticos de María Ramos, que por esa boca lanzan fuego pero son intocables.
Qué decir de la música, en especial la urbana, miles de exponentes y dos se pegan, la creatividad se perdió, lo mismo se escucha y solo tiene a El Alfa como dios. No se preocupan por trabajar con calidad, sino que se montan en la ola de quién tiene más dinero y lo explota en discotecas, el de los vehículos más duros, cantidad de mujeres, y un sin fin de puntos que verdaderamente, muchos jóvenes que van subiendo lo toman como tema de referencia en sus conversaciones.
Y es que no se ha tomado en cuenta el trampolín que es nuestro país, y nos alegramos porque salimos en El Gordo y La Flaca, pero vaya usted a ver porqué noticia. También, miles de personas que desde un celular se ponen a escribir cosas sin sentido cuando un periodista toca a uno de sus artistas, hasta dicen que se le tiene envidia, pero cuando se habla de manera positiva ni aparecen.
Tuvimos noticias de una Yailin, que muchos alaban por su superación y sus millones, y haber amarrado a Anuel y Tekashi, dos ilustres cantantes urbanos internacionales, de una impecable y trascendental trayectoria artística que fueron merecedores de menciones en los principales medios nacionales e internacionales, resaltando la capacidad, no artística de la cantante.
Ciertamente, uno no está tan preparado para tanto, y no sabemos hasta cuándo será esto porque después de ver que en La Vega el carnaval llegó en octubre, porque medio pueblo se puso a pedir la libertad de Tekashi tras este darle dos galletas con su banda a un productor que estaba trabajando con su doncella Yailin, y enfrentarse a la justicia, teniendo al agalleteado pidiendo millones como que las cosas son así, le ofrecieron 100 mil dólares, y dijo que no. Se quedó sin cuarto y le dieron libertad condicional a su verdugo, un chiste ¿verdad?
Y si seguimos enumerando casos tanto en la música como en las plataformas de colores, esta opinión habría que hacerla en series, porque las cosas que se han podido vivir, y las demandas que han interpuesto son de reírse y reflexionar, mientras miles de personas “fanáticas”, siguen consumiendo y defendiendo a estos ilustres e intelectuales jóvenes, que llegaron a los medios a hacer una verdadera revolución, personas que todavía se encuentran analizando el significado de coprofago, pero que al final para mucho están haciendo el trabajo y “ganándose su cualto”.
No dejemos fuera a los supuestos influencers, que en verdad NO LO SON, pudiéramos ponerle creadores de contenido, si así es. Llegaron para ser una pequeña plaga (digamos que tenemos muy pocos influencers notorios en el país), pero su principal fin todavía no lo conocemos, y creo que ni las marcas que los usan tampoco entienden, el fin es que están ahí subiendo post y cobrando hasta RD$80 mil.
Esperemos en Dios, que pronto los grandes y verdaderos talentos, que están haciendo música de calidad, puedan ser vistos por el público, y no se sigan contaminando con las producciones que están en el aire. Pero qué podemos esperar de un grupo de personas que todavía dicen “haiga” y “tabano”.